lunes, 21 de marzo de 2011

De puño y palabra




Llevo unos días pensando qué es más doloroso: ¿la agresión física o la verbal? La verdad, todavía no me he decantado por ninguna.

La agresión física es del todo inadmisible. No hablo de una nalgada a tiempo a un niño, es decir, una palmadita sin saña y con efecto corrector. No estoy muy de acuerdo con este método en la educación de los niños pero, de vez en cuando, se hace necesario. Como he cuidado a los hijos de otros durante mis eternos años de estudiante, labor con la que me ganaba un dinerito destinado básicamente a la diversión del fin de semana y otros caprichos, he aprendido a educar a los niños sin necesidad de soltar la mano, lo que a veces es más sencillo que una larga conversación que puede resultar agotadora, pero en mi opinión es más positivo razonar. En mi caso era más efectivo un sermón telefónico de mi abuela que la zapatilla de mi madre, que desde luego no aplacaba mi genio sino todo lo contrario. Si alguien sabía dominar mi carácter era mi abuela -ya es imperdonable no dedicarle un post-.

Como decía, hablo de la agresión que se ejerce sin más, absolutamente intolerable. Tiene además un riesgo y es que el agresor nunca sabe cómo va a reaccionar el agredido. Y bueno, si encima el agredido no puede reaccionar, entonces ya hablamos de abuso, lo que me parece detestable, pero en esto tampoco quiero entrar. Me refiero a la agresión física fruto de la ira, de un momento de cólera o incluso de ofuscación. Francamente, a mí lo que me parece es una merma de la capacidad de razonar. Un puño desobedeciendo a un cerebo, que frena su fuerza a gritos, no es excusable de ninguna de las maneras. Claro que se me ha ido la mano alguna vez, tengo cuatro hermanos y he recibido y dado por igual, lo que no tacharemos de agresión, por eso sé a ciencia cierta que descargarse a tortazos es una falta de respeto hacia el agredido y hacia uno mismo. Y el respeto es lo que nos da valor como seres humanos.

La agresión verbal también es del todo inadmisible. No comprendo qué derecho tiene alguien a herir a otro mediante la palabra. Decirle a alguien lo que de antemano se sabe le va a hacer daño no es comprensible. Hay personas cuya boca es capaz de vomitar con rauda agilidad crueldades impensables en un momento de absurdo enfado. Es alucinante cómo en unas centésimas de segundos es capaz de rebuscar en las heridas de su oponente, descartar las más superficiales y ordenar a su lengua que escupa sal sobre las más profundas, y todo ello en una lucha contra su cerebro que a todas luces tratará de evitarlo. Utilizar contra alguien lo que nos ha confiado en un momento dado es una traición que puede tener efectos secundarios. Actualmente sacar los trapos sucios está de moda, sólo hay que encender la televisión.

Todos sabemos afilar nuestra lengua como también sabemos apretar los dientes para dejarla bien roma. Claro que he lanzado dardos envenenados en alguna ocasión pero, lejos de encontrar satisfacción en ello, ya me arrepentía en pleno vuelo, porque sabía que rebotarían en la diana y acabarían clavándose en mí, aunque sólo fuera en forma de remordimientos. Porque eso sí que me revuelve el estómago, que haya quien después de una diarrea verborreica se disculpe con un simple "yo soy así", incapaz de tener ni el más mínimo remordimiento de conciencia, o un "en realidad no lo pienso" porque cuando se apuñala a alguien lo mismo da que haya sido a propósito o no porque el daño es el mismo.

En fin, una reflexión que no me lleva a ninguna conclusión. Sigo sin saber si hiere más un derechazo mal dado o un martillazo verbal. En cualquier caso, abogo por el diálogo. Suele dejar menos secuelas. Pero no a gritos, que para eso ya está la tele.

2 comentarios:

Naza dijo...

Pues Belen, yo tampoco sé muy bien que es lo más doloroso, pero sabemos que a veces yo hablo más de la cuenta y que razon tienes con lo de los remordimientos...Y desde luego, no hay cosa mas triste y que a mi personalmente me joda más que cuando alguien se escuda en eso de "es que yo soy así"...

B. G. R. dijo...

sí sí, o cuando tienes que sufrir la desbarrada de alguien y encima te dicen "bah, no le hagas caso, ya sabes como es". Grrrrrrrrr!