sábado, 19 de noviembre de 2011

Otoño





    El otoño es un periodo de transición entre las soleadas y relajantes vacaciones de verano y la época de Navidad, con sus millones de bombillas iluminando el mundo entero. Si la primavera es vida, una explosión de colorido, un tiempo para el amor y la revolución de las hormonas, en otoño todo parece dejarse morir. Los árboles se desnudan, el sol desaparece para abrir paso a la lluvia y mueren los colores tornándose todo de una luz grisácea y empobrecida. Nuestra piel recupera su estado natural, libre de bronceados. Los días son más fríos y húmedos. Los armarios se vuelven aburridos con sus ropas oscuras y monocromáticas, vivo reflejo de nuestras vidas otoñales. Es una época en la que vamos entrando en la rutina diaria paulatinamente hasta vernos engullidos por la indeseable monotonía, contra la que hay que luchar sin descanso.

     Nostalgia y añoranza son los días lluviosos de otoño. Nostalgia de momentos felices revividos por el subconsciente. Añoranza por aquéllos que ya no están presentes. O que sí lo están pero a demasiada distancia. Como caen las hojas al son del viento, así danzan las imágenes del pasado. Como las gotas de agua resbalando de las nubes, así se desploman los recuerdos. Y mientras observo la lluvia a través de la ventana me sumerjo en los charcos de mi mente.


    El otoño me entristece. Con el aroma a castañas asadas aparece la melancolía vestida de calabaza. Quizás sea por esa necesidad mediterránea de sentir los rayos del sol a diario. Entonces sólo he de esperar a que deje de caer la lluvia, que traerá consigo tiempos de luz primaveral.

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