domingo, 17 de julio de 2011

Juegos en el insomnio



Anoche, justo después de cerrar el libro y apagar la luz, mi cabeza, que como ya es sabido va por libre y, lo peor de todo, tiene voz propia, me hizo la siguiente pregunta sin venir a cuento: "si supieras que se acaba el mundo y mañana fuera el último día, ¿con quién desearías pasarlo?". Vaya-estupidez fue mi primera reacción. "En serio, piénsalo, y sólo puedes darme un nombre" me dijo. Venga-vale, decidí buscar una respuesta rápida para evitar alargar la conversación hasta el insomnio.

Después de barajar algunos nombres, empecé a agruparlos.

Mis padres, claro, ¿quién mejor para ofrecer la protección y serenidad necesarias ante el cataclismo que se supone se avecina? Pero, ¿a quién elegiría de los dos? Sin repuesta.

Aunque un encuentro con mis hermanos se me antojaba de lo más entretenido para amenizar el fin del mundo, me resultaría imposible escoger sólo a uno de ellos. El mismo problema con mis sobrinos, con los que además tendría la angustiosa misión de hacerles pasar el mejor día de su vida.

Amigos, familia y conocidos... tampoco. Ninguno tendría prioridad ante los anteriores.

Si tuviera pareja sería fácil, supongo, y me aseguraría una jornada de lujuria y romanticismo inenarrable, pero, como ya conocemos de mi soltería, esta opción quedó descartada desde un inicio.

Metida en el juego y con la excitación de un niño ante una adivinanza, empecé a explorar otras opciones. "¿Ves como no es una pregunta absurda?" me decía mi cabeza.

¿El Dalai Lama para que me preparara espiritualmente para el más allá y minimizara el impacto del fin de la existencia? Sólo imaginarlo me aburría hasta el bostezo.
¿Un George Clooney? Por aquello de disfrutar de ciertos placeres antes de palmarla, digo. ¿Y si fuera un Chayanne, que además me cantara al oído y bailara para mí solita? Placer absoluto. Esta opción me costó desecharla, pero no iba a poder contárselo a todas mis allegadas al día siguiente, por lo que acabé anulándola. Para oír música elegiría a otros cantantes y, mejor aún, me conectaría el ipod -que por supuesto me compraría sin tiempo para posteriores remordimientos-
¿Un Ferran Adrià que me cocinara los más suculentos platos? No, no. Es otro placer que hay que compartir.
¿Una isasaweis que me contara todos los secretos de belleza que debo conocer? Innecesario, recordemos que se irían conmigo a la tumba al día siguiente.
 (...)

Y así seguí eligiendo y descartando unos minutos más hasta que descubrí el verdadero objetivo del juego. Sólo es válido el primer nombre que aparece en tu cabeza. Ahora bien, ¿estaría dispuesta esa persona a pasar el último día de su vida contigo?


1 comentario:

B. G. R. dijo...

creo que estoy poseída por Carry Bradshaw...